A partir de 1919 el Partido Socialista se expandió por Gipuzkoa, donde hasta entonces mantenÃa una escasa presencia, limitada a determinados núcleos. Pero, coincidiendo con un perÃodo de crecimiento económico originado por la primera guerra mundial, irán apareciendo, en Gipuzkoa, los problemas propios de una sociedad industrial. Es a lo largo de esta década cuando adquiere importancia la inmigración obrera; aunque en Gipuzkoa no se registrarán ni polarización social, ni las grandes concentraciones de proletariado industrial ni la violencia y radicalidad de los conflictos que vivió Bizkaia como consecuencia de su industrialización.
A pesar de todo, el socialismo habÃa aparecido en esta provincia dotándose de tradiciones propias, mucho antes de 1910. Ya en 1891 se habÃan constituido las agrupaciones de San Sebastián y Tolosa. Y será con la creación de la Agrupación de Eibar, en 1897, cuando el socialismo guipuzcoano adquirirá carta de naturaleza. En 1901 se crearon las agrupaciones de Irún y Placencia y, más tarde, las de Pasajes, RenterÃa, Beasain, Bergara y otras localidades. De todas formas, antes de 1910, las únicas organizaciones de entidad fueron las de San Sebastián y, sobre todo, como ya se ha señalado, la de Eibar, una de las de mayor fuerza y prestigio, no sólo en el PaÃs Vasco, sino en el conjunto de España.
Esta agrupación contó, desde el momento de su fundación, con una afiliación importante que supo hacerse con la dirección del movimiento obrero de la localidad. Hasta tal punto esto era asÃ, que sólo cuatro años después de su creación, en 1901, los socialistas eibarreses disponÃan de su propio órgano de prensa (¡Adelante!); y en 1903 obtuvieron representación municipal. Mantuvieron desde un comienzo un permanente contacto con Bizkaia.
Dos dirigentes del socialismo vizcaÃno dejaron en Eibar una huella especial: José Medinabeitia y Tomás Meabe. Meabe fue director de ¡Adelante! en 1905, año en que residió en la localidad. Pero, pese a esa estrecha relación, el socialismo de Eibar desarrolló sus rasgos diferenciados que marcarÃan la impronta del socialismo en toda Gipuzkoa.
Una de sus peculiaridades consistió en la moderación que imprimió a las luchas sociales, cuidando en todo momento de los intereses globales de la industria de la villa. Esta moderación se debÃa, no sólo a las caracterÃsticas industriales de Eibar, sino también a la enorme afiliación que registraban las organizaciones obreras y al grado de especialización que la industria armera exigÃa. Todo lo cual permitÃa a los trabajadores disponer de una importante capacidad negociadora, lo que les eximÃa de recurrir al conflicto radical, una situación que era totalemente contraria a la que se vivÃa en Bizkaia, donde los trabajadores no contaban con una fuerte estructura sindical y, por consiguiente, disponÃan de una muy escasa capacidad de negociación, lo que se traducÃa en el recurso obligado a la huelga general y al enfrentamiento enconado con lo patronos.
Mantuvieron igualmente, los socialistas eibarreses, posturas singulares respecto a las relaciones con los republicanos. Siguieron disciplinadamente, antes de 1910, las consignas de aislamiento provenientes del PSOE; pero, según relata uno de sus dirigentes más destacados, Toribio EchevarrÃa, "las relaciones con los republicanos de la localidad nunca fueron demasiado tensas y, desde luego, no se dieron aquellos encuentros a palos y a tiros que eran frecuentes en Bizkaia entre republicanos y socialistas".
Otro rasgo destacado que afianzaba la idiosincrasia del socialismo eibarrés fue la constante utilización del euskera por parte de dirigentes y afiliados de la Agrupación. Amuátegi, Marcelino Bascarán y, en general, los lÃderes más destacados, utilizaban el euskera en mÃtines y actos públicos. y este era el idioma del que se valÃan comunmente en sus reuniones internas. Algo que, por otra parte, era el reflejo de la composición del movimiento obrero en la villa armera.
En Gipuzkoa la inmigración fue escasa antes de la primera guerra mundial; y en Eibar concretamente, el 80% de los obreros eran autóctonos y muchos de ellos procedÃan de los caserÃos de los alrededores. Por ello, y por el hecho de que el nacionalismo no contó con una sólida organización hasta 1910 en la provincia, los socialistas de Eibar, y por extensión los de Gipuzkoa, no participaron del antinacionalismo virulento del PSOE en Bizkaia. Como tampoco, hay que decirlo, participaban del entusiasmo particularista de los republicanos de la provincia, tal como lo explica Toribio EchevarrÃa.
Asà como los socialistas -decÃa- desayunábamos en Eibar con "El Liberal" de Bilbao, los republicanos hacÃan lo mismo con la "Voz de Guipúzcoa". Y asà como unos nos inspirábamos en Bilbao, donde las luchas sociales eran tan reñidas, los otros padecÃan las influencias de San Sebastián, donde el republicanismo tenÃa vieja raigambre y figuras ejemplares de tipo euskaldun, patriarcas del fuerismo y doctrinarios de la autonomÃa y la federación.
En el socialismo eibarrés primaba, por tanto, el internacionalismo caracterÃstico de los primeros socialistas, si bien la sensibilidad vasquista será perceptible en muchas de sus manifestaciones. La utilización intensiva del euskera, incluso en la prensa y en la propaganda impresa, sus intentos de extender la acción polÃtica por el medio rural, su defensa de la reintegración foral desde el Ayuntamiento, en 1906, y, en fin, la influencia de personalidades como Toribio EchevarrÃa, contribuyeron a que el socialismo eibarrés profundizara en lo que el problema vasco representaba.
Paralelamente a la extensión del PSOE por las distintas poblaciones de Gipuzkoa, fueron apareciendo lÃderes de gran prestigio como Aquilino Amuátegui, en Eibar; Guillermo Torrijos, en San Sebastián; y Enrique de Francisco en Tolosa... LÃderes que extenderán su influencia al conjunto del socialismo vasco.
Aquilino Amuátegui debÃa en gran parte su prestigio a la labor que desarrolló en el Ayuntamiento de Eibar como portavoz del grupo republicano-socialista. Era conocido por su utilización constante del euskera en mÃtines y actos polÃticos y defendió en todo momento la necesidad de una mayor implantación del PSOE entre la población autóctona; como cuando, en un mitin celebrado en Sestao en 1916, afirmó que "el socialismo debe estar bajo la dirección de los vascos, no porque tengan más capacidad, sino porque conocen mejor las costumbres de este pueblo".
Junto con Amuátegui y el lÃder socialista de San Sebastián, Guillermo Torrijos, fue Enrique de Francisco el otro dirigente socialista más conocido en Gipuzkoa y el de mayor influencia. ProcedÃa de Madrid, donde formó parte del núcleo fundacional del PSOE y mantuvo una estrecha amistad con Pablo Iglesias. De la capital de España se desplazó a Tolosa a trabajar en la industria del papel. Hombre de gran preparación polÃtica, se convirtió en poco tiempo en uno de los principales dirigentes del socialismo vasco, tras dirigir con éxito la huelga de papeleros de Tolosa de 1912 y crear el sindicato papelero vasconavarro.
Llegó a ser concejal del Ayuntamiento de Tolosa a partir de 1915. Posteriormente serÃa elegido primer diputado socialista por Gipuzkoa, en 1931. Trasladado nuevamente a Madrid, fue subsecretario de Trabajo con Largo Caballero, con cuya lÃnea se identificó durante la etapa de radicalización del PSOE, y elegido más adelante diputado por el Frente Popular de 1936, en un momento en que era miembro de la Ejecutiva del PSOE. Tras la guerra civil, fue dirigente del PSOE en el exilio durante muchos años, llegando a ser su presidente.
Contando pues, con organización consolidada y lÃderes de prestigio, el socialismo guipuzcoano se hallaba en 1910 en condiciones de jugar un papel destacado en la vida polÃtica de la provincia, más allá del puro ámbito laboral y sindical, donde, al igual que en Bizkaia, tenÃa un fuerte arraigo.
La Conjunción Republicano-Socialista dio un impulso importante a la izquierda de la provincia, aunque a todas luces menor que en Bizkaia. En las primeras elecciones municipales a las que concurrieron en coalición, las de 1909, republicanos y socialistas obtuvieron mayorÃa en los Ayuntamientos de San Sebastián y Eibar. Los posteriores comicios no fueron tan positivos para la izquierda a escala municipal, por lo que hubo que esperar hasta las municipales de 1920 para obtener un triunfo electoral semejante al de once años atrás. En aquel año, en 1920, la izquierda conseguirÃa en Eibar la mayorÃa absoluta, logrando los socialistas seis concejales.
En cuanto a las elecciones generales, la Conjunción no obtuvo en Gipuzkoa grandes éxitos, por lo que su incidencia polÃtica en este terreno fue escasa. Sólo en las elecciones de 1910 un candidato republicano arañó la posibilidad de ser elegido diputado por el distrito de San Sebastián. Al igual que los de Bizkaia, los socialistas guipuzcoanos defendieron en los congresos del PSOE la necesidad de mantener la polÃtica de alianzas electorales. AsÃ, por ejemplo, en el Congreso extraordinario de 1919, en el que se decidió abandonar la polÃtica conjuncionista, fue Enrique de Francisco, en representación de las agrupaciones de Gipuzkoa, uno de los que más se opuso. "Creo -argumentaba- que se llevarÃa al partido a su primera época, en la que se conseguÃan únicamente triunfos morales que hoy significarÃan el triunfo del ridÃculo", y puso precismente como ejemplo el caso de Gipuzkoa, donde, a su juicio, era preciso llevar a cabo alianzas con las fuerzas adversas a la hegemonÃa de carlistas e integristas.
En cualquier caso, tras el buen resultado obtenido por la Conjunción en Gipuzkoa en 1909, la derecha fue imponiéndose con facilidad en los años posteriores, aunque compitiendo, en 1918, con el nacionalismo vasco, que obtendrÃa un diputado por el distrito de Bergara. Ante esta realidad, que se unÃa a los problemas surgidos entre socialistas y republicanos en 1917, estos últimos defendieron la necesidad de pactar con los monárquicos liberales y, apartir de 1918, los socialistas acudirÃan en solitario a las urnas, obteniendo unos resultados muy modestos.
Por lo que respecta a la confrontación con el nacionalismo, su irrupción en el panorama polÃtico guipuzcoano obligó a los socialistas de la provincia a esforzarse por presentar planteamientos originales, muy lejos de las actitudes mostradas por sus correligionarios de Bizkaia. Precisamente cuando en 1918 Felipe Carretero pedÃa en Bilbao que frente al "Gora Euskadi" de los nacionalistas, se gritase el "Viva España". Las juventudes Socialistas de Eibar distribuÃan unas hojas en euskera, en las que se podÃa leer:
Gora Euskadi eta
gora mundu guztian
bere izardiakin
bizi dangentia
Iniciativa ésta que harÃa exclamar a "El Obrero Vasco", órgano de la STV: "pronto tendremos 49 clases de socialismo diferentes en la PenÃnsula Ibérica. Los de Madrid son antinacionalistas y antiburgueses, los de Bilbao, en cambio, antivascos, y en Eibar gritan Gora Euskadi".
Hacia finales de ese mismo año, José Medinabeitia afirmarÃa en "La lucha de clases" la existencia de una nación vasca y la necesidad de crear una Federación de Nacionalidades Ibéricas. Afirmación que serÃa contestada por conocidos dirigentes de la Agrupación de Bilbao, como Felipe Carretero, que insistÃa en la incompatibilidad entre socialismo y nacionalismo.
La posición de Medinabeitia, aunque minoritaria, no era irrelevante, y tenÃa seguidores, al menos en Eibar. Uno de los más caracterizados fue Toribio EchevarrÃa, que, en noviembre de 1918, publicaba un folleto que llevaba por tÃtulo "La Liga de Naciones y el problema vasco". En él se apostaba por un acercamiento de los socialistas a la problemática nacional. Estaba escrito con motivo de la propuesta del presidente Wilson para la creación de la Sociedad de Naciones al finalizar la primera guerra mundial. Como es sabido, entre las propuestas del proyecto se encontraba el derecho de la autodeterminación de las nacionalidades, lo que, a nivel internacional, levantó la esperanza de aquellas naciones que aspiraban a la soberanÃa.
El folleto de Toribio EchevarrÃa salÃa a la luz en tal contexto, cuando, paralelamente, las Cortes debatÃan en España un Estatuto de AutonomÃa para Cataluña; y, en diciembre de aquel mismo año, se celebraron en diversas localidades del PaÃs Vasco reuniones de Ayuntamientos para solicitar la derogación de la Ley del 25 de octubre de 1839.
Merece la pena hablar con cierto detenimiento de los contenidos de aquel folleto de Toribio EchevarrÃa, puesto que en él se recoge un intento serio de ofrecer una respuesta al problema nacional, superando las posiciones tradicionales del PSOE en esta materia. Una respuesta que parte del reconocimiento de que es preciso esforzarse por adoptar una postura clara ante el tema.
Respecto a los nacionalismos ibéricos -escribe- no se ha dado un criterio general socialista, a causa de la relativa inanidad de estos movimientos antes de la contingencia internacional que ha venido a señalar su posibilidad práctica. Ahora que se da esta circunstancia, no puede un partido que actúa en las realidades de la vida sustraerse a la necesidad de señalar un criterio con relación a un problema que ha alcanzado tamaña importancia.
Tras aludir a antecedentes históricos sobre la posición socialista en esta cuestión, entre ellos el apoyo del PSOE a la independencia de Cuba, Toribio EchevarrÃa señalaba:
Por lo que respecta a la tradición foral del PaÃs Vasco, podrÃan recogerse numerosas manifestaciones realizadas en la prensa socialista, entre las que destacan aquellas campañas de nuestro querido Tomás Meabe para que adoptáramos el Gernikako Arbola como himno nuestro, y las manifestaciones de nuestros obreros en las corporaciones locales, todas ellas perfectamente unánimes en pronunciarse a favor del espÃritu democrático, liberal y autonómico de nuestras viejas instituciones.
Pero añade que hay que ir más allá y, lejos de la actitud mostrada por La Lucha de Clases, no duda en afirmar que "la personalidad del PaÃs Vasco está determinada por caracteres diferenciales profundos, de una realidad innegable, como son su lengua, su origen, su tradición foral y sus costumbres". Respecto a la tradición foral, Toribio EchevarrÃa sostiene:
La reintegración foral no puede significar necesariamente la vigencia de la antigua legislación, sino el restablecimiento o restitución a favor de este paÃs de aquellas facultades legislativa, ejecutiva, judicial y administrativa que gozó hasta la abolición de los Fueros. Lo que significa su plena soberanÃa polÃtica.
Admitido, pues, el derecho a la soberanÃa del pueblo vasco, Toribio EchevarrÃa se plantea también qué tipo de relaciones deberÃa establecer la nacionalidad vasca con otros pueblos de la PenÃnsula. Enlazando con el universalismo y cosmopolitismo del socialismo vasco, excluye la posibilidad de la independencia, por considerarla opuesta "al sentido en que marcha el mundo" y contradictoria con los vÃnculos históricos que se habÃan ido creando a través de los años entre el pueblo vasco y España. VÃnculos entre los que, citando a José Madinabeitia, incluirÃa siglos de vida en común, el patrimonio espiritual aportado por la religión católica, la cultura, la lengua y los lazos económicos.
Como alternativa a la independencia, Toribio EchevarrÃa era partidario de una confederación con los restantes pueblos de la PenÃnsula, incluÃda Portugal, para formar la Confederación de Nacionalidades Ibéricas. Y concluÃa afirmando:
Si llega la ocasión, y debemos desear que llegue, debemos dar nuestro voto por que se resuelva el problema vasco a base de una amplia autonomÃa y aún a base del Estado [...]. Si consiguiéramos resolver en esta crisis el problema vasco y el de la República por la Federación Ibérica, nos encontrarÃamos de lleno, desbrozado el suelo, sobre el terreno de nuestra lucha de clases -la de los trabajadores y los detentadores del patrimonio social-, donde han de darse las grandes batallas en pro de la justicia social.
A lo largo del perÃodo que se analiza, la configuarción polÃtica de la provincia no experimentó significativas transformaciones: carlistas e integristas continuaron en posición dominante, siendo la fuerza de los partidos monárquicos, menor que en Bizkaia. Los nacionalistas no dispondrán de un peso relevante. En Gipuzkoa habrá que esperar a la II República para que, al igual que en Bizkaia en años anteriores, vayan configurándose los tres mismos bloques polÃticos dominantes: la derecha no nacionalista, el nacionalismo vasco y la izquierda socialista y republicana.
En cuanto a Araba y Nafarroa, la implantación del socialismo fue mucho más desigual y dificultosa. Ambas provincias serán las de menor implantación del PSOE de toda España, por su carácter conservador, su escasa y tardÃa industrialización y la ausencia de tradiciones obreras significativas.
De esta forma, el corresponsal de La Lucha de clases de Vitoria señalaba en 1899 "cuánto trabaja en esta ciudad el carlismo y el clericalismo, que tan hondas raÃces tienen, por desbaratar las agrupaciones socialistas y por hacernos imposible la estancia en esta localidad a los correligionarios". Y el de Pamplona, en 1901, se quejaba de que la capital navarrra era una ciudad difÃcil, poniendo como ejemplo que en el Ayuntamiento, 22 de sus 25 concejales eran carlistas e integristas. No es, pues, de extrañar que en 1915 Vitoria, única agrupación de Araba, contara con 30 afiliados, y Pamplona, única también en Navarra, con 12.
La situación en estas dos últimas provincias cambiarÃa también con la llegada del régimen republicano, época en la que el socialismo experimentará, sobre todo en Navarra, una fuerte expansión.
EGIGUREN, Jesús: EL SOCIALISMO Y LA IZQUIERDA VASCA 1886-1994 Ed. Pablo Iglesias. Madrid, 1994. pp 27-34